Hoy desperté y sentí unas ganas tremendas de ir a la playa. No, no de ir a la playa. De salir huyendo de mí. A veces simplemente sientes que te estás ahogando y tienes que irte. Sin planear nada. Sin pensar en la ropa adecuada. Sólo irte.
Le pedí a la Goma que me acompañara y pasé por ella y por su clon. Platicamos y oímos música en el camino. Ellas no se dan cuenta, pero hicieron que yo olvide la razón del viaje.
Siempre íbamos a Progreso. Hoy vi un desvío y decidí ir a otra playa. La carretera estaba plagada de recuerdos y sensaciones de infancia. Vi cosas nuevas y otras que permanecen exactamente igual que hace 15 años.
Hay una parte de la carretera donde hay agua de los dos lados. Sentí un vértigo tremendamente familiar.
Pasamos el pueblo y luego por donde yo solía llegar cuando era niña. Les dije: "A partir de aquí, vamos a escoger una entrada y ahí vamos a doblar. No puede ser cualquiera, tiene que tener un nombre intenso, algo que nos diga algo".
Los nombres de pescados y referencias marítimas desfilaron, uno por uno, ante nuestros ojos. De pronto, a nuestra izquierda, estaba un letrero pintado con un racimo de plátanos verdes que decía "Macondo". La carcajada no se hizo esperar.
Doblamos y llegamos hasta el final del camino donde había un desfile de casas. Seguimos andando hasta encontrar un lugar donde pudiéramos tener acceso a la playa sin invadir propiedad privada.
Pasamos por una pequeña calle casi desapercibida. Volteamos y había un camino en el que parecía que la arena se juntaba con el cielo: éste era nuestro lugar.
Me estacioné y bajamos. Nos quitamos los zapatos y nos enrollamos los pantalones. La arena limpia y suave se desmoronaba en los dedos de mis pies.
Siempre tengo la idea de que al llegar, me pondré a llorar frente al mar y sacaré todo lo que llevo dentro. Pero cuando llego, siento el agua fría y no puedo dejar de mirar. La playa es el único lugar donde la tierra, el mar y el cielo se funden.
Las Gomas se fueron a recoger conchitas y yo me quedé mirando el mar.
Pensé en lo que me había llevado hasta ahí y sólo encontré dolor. De alguna manera, llegué a la conclusión de que sólo tenía que dejar de tenerlo tan presente y que los recuerdos por sí solos tomarían algún lugar borroso de mi mente.
Si mi vida fuera un coche, hoy le hubiera arrancado los espejos.
Le pedí a la Goma que me acompañara y pasé por ella y por su clon. Platicamos y oímos música en el camino. Ellas no se dan cuenta, pero hicieron que yo olvide la razón del viaje.
Siempre íbamos a Progreso. Hoy vi un desvío y decidí ir a otra playa. La carretera estaba plagada de recuerdos y sensaciones de infancia. Vi cosas nuevas y otras que permanecen exactamente igual que hace 15 años.
Hay una parte de la carretera donde hay agua de los dos lados. Sentí un vértigo tremendamente familiar.
Pasamos el pueblo y luego por donde yo solía llegar cuando era niña. Les dije: "A partir de aquí, vamos a escoger una entrada y ahí vamos a doblar. No puede ser cualquiera, tiene que tener un nombre intenso, algo que nos diga algo".
Los nombres de pescados y referencias marítimas desfilaron, uno por uno, ante nuestros ojos. De pronto, a nuestra izquierda, estaba un letrero pintado con un racimo de plátanos verdes que decía "Macondo". La carcajada no se hizo esperar.
Doblamos y llegamos hasta el final del camino donde había un desfile de casas. Seguimos andando hasta encontrar un lugar donde pudiéramos tener acceso a la playa sin invadir propiedad privada.
Pasamos por una pequeña calle casi desapercibida. Volteamos y había un camino en el que parecía que la arena se juntaba con el cielo: éste era nuestro lugar.
Me estacioné y bajamos. Nos quitamos los zapatos y nos enrollamos los pantalones. La arena limpia y suave se desmoronaba en los dedos de mis pies.
Siempre tengo la idea de que al llegar, me pondré a llorar frente al mar y sacaré todo lo que llevo dentro. Pero cuando llego, siento el agua fría y no puedo dejar de mirar. La playa es el único lugar donde la tierra, el mar y el cielo se funden.
Las Gomas se fueron a recoger conchitas y yo me quedé mirando el mar.
Pensé en lo que me había llevado hasta ahí y sólo encontré dolor. De alguna manera, llegué a la conclusión de que sólo tenía que dejar de tenerlo tan presente y que los recuerdos por sí solos tomarían algún lugar borroso de mi mente.
Si mi vida fuera un coche, hoy le hubiera arrancado los espejos.
Sé lo que se siente querer arrancar el dolor del alma... Quien encuentre primero la solución que se lo diga a la otra. Te parece? jajajajaja!
ResponderBorrarOjalá que pronto todo sea solo un recuerdo mas y sea ya no tan intenso...
Besos Chumina ;)
Yeah man!
ResponderBorrarYo se que es irse a llorar a la playa, my darling, y deja decirte que no ayuda en nada..
A reestablecer los vínculos playa-felicidad, playa-placer, playa-tranquilidad...
La playa no es para llorar, es para recoger conchitas nuevas y arrancarle los espejos al carro.
Ya sabes, a veces la sensatez es dejar de recordar.
ResponderBorrarChumis, tal vez no sea de mi incumbencia, pero ya leí otro post tuyo con referencia a mucho dolor... ¿que pasó?
ResponderBorrarYo también tengo recuerditos que llega una canción o una imagen y se me escapan por los ojos en forma de gotitas.
Dejo un abrazo cibernético
Q PUEDO DECIRTE, TIENE TODA LA RAZON MC, LA SENSATEZ ES A VECES DEJAR DE RECORDAR..CREEME, TE ENTIENDO...ANDO EN EL MISMO SENDERO QUE TU..DUELE..PERO ERES FUERTE Y LO SABES, Y TAMBIEN SABES QUE NO HAY MEJOR MEDICO QUE EL TIEMPO..CADA DIA QUE PASA TE ACERCA MAS ALA ACEPTACION..NO CREO Q OLVIDES, PERO SI QUE DEJES DE SENTIR TANTO DOLOR..UN BESO DESDE AQUI DONDE ESTOY, MUY CERCA DE TI...
ResponderBorrarNIÑA MALA