21 mayo 2012

Leer y perderse

Tengo junto a mí una revista donde hay un relato de un chavo que trabaja conmigo. 

El día que hojee la revista en la oficina, comencé leyendo los primeros párrafos con la mitad de mi atención en el relato y la otra mitad en una conversación que era de mi incumbencia. 

Para el primer párrafo, yo sabía que la historia tenía futuro y que iba a escuchar cada vez menos de la conversación. Me detuve a pensar un segundo y luego pasé las páginas: una, dos, tres, cuatro, cinco... "Son muchas, no tengo tiempo para tantas". 

Cuatro, cinco páginas no es nada y sin embargo, esa unidad de hojas/minuto se ha vuelto algo escaso en mi vida. 

Me detuve en la última página y me la comí con los ojos, totalmente absorta. Me adelantaba sin querer, notando detalles de la estructura. 

"Me encanta cuando hacen eso", pensé. Luego, volví unos pasos atrás y seguí con la secuencia del relato. Avancé palabreando como pude hasta llegar al final. Se me enchinó la piel y me acaricié el brazo, como quien trata de compensar el frío, poniendo cara de interés en la conversación a la que le había perdido la pista desde hace rato. 

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